jueves, 17 de marzo de 2011

LA MANZANA DEL CUERDO

Querían hacerle pensar que estaba loco… se reían con sus angostas y deformadas  caras. Asustado pero seguro de no estarlo solo pudo dar vueltas a la manzana. Estuvo así durante horas y a cada giro se convencía más de que no había perdido la poca cordura que se puede tener con veinte años. Todos le rodeaban, gritando!!! Mofándose como si todo aquello fuese un circo y él fuese el espectáculo del momento.
Inmerso, ordenando sus pensamientos… ¡reaccionó! Lanzó la manzana y se levantó gritando coherentes palabras que él solo comprendía: “no veis que me estoy dando cuenta de todo!!”. “lleváis varias horas detrás de mí desde el barco divisado en el horizonte de la playa” y comenzó a deambular por aquella verbena de verano.
Hubo un  mínimo segundo de silencio  en el que por un instante  parece que todo hubiese acabado, que no podrían llevarle por el sendero elegido ya que él no se sentía ido  pero las desdibujadas máscaras que sus llorosos ojos veían continuaron danzando y formando ridículos bailes alrededor, en perfectas alineadas cadenas tratando así de hacerle entrar en la razón que no tenían.
No se daban cuenta que aunque asustado y perdido en aquella villa él era él mismo y se mostraba como tal… decidió entonces demostrar que los chiflados eran todos los que aplaudían el repugnante  cuadro, agarró por la espalda a la que en sus manos acunaba a un recién aflorado niño y que en una gélida noche de noviembre solo vestía un rojizo cinto abotonado en su robusta espalda dejando al aire el resto del cuerpo. Con una fuerza débil pero con valentía lo tenso hasta que sus temblorosos dedos no pudieron sujetar y ocurrió lo querido… sonó estrepitosamente el latigazo que el marcado espinazo recibió pero el asombro que todo su cuerpo y mente obtuvo fue más atronador… la mujer tan solo se giró y sonrió con dulzura. ¡¡¡¡No podía ser!!!! Eso no era lo lógico, por qué no le golpeaban si era lo que buscaba, por qué nadie se inmutó
Desconsolado y pensando que todo era un mal sueño que no podía haber malgastado todo su juicio, pudo casi entre la muchedumbre ver como se aproximaba una pareja de policías que al igual que el resto parecían estar pintados a centelleantes puntitos de colores primarios. Al tenerlos delante con osadía y desplante, arrebató a uno de ellos el birlibirloque y cantando y cachondeándose esperó ilusionado que le detuvieran… uno de los azulados maderos tomó la gorra, sonrió y continuaron la ronda. “¡Dios mío, no puede ser…! por qué no me llevan, por qué no me detienen, sería lo lógico”.
A la mañana siguiente sucio, despavorido y famélico apareció sentado en un frío y trasnochado escalón, con ímpetu sacó una nueva manzana de su rasgado bolsillo y comenzó a darle vueltas… diciéndose a carcajadas a sí mismo “yo no estoy loco…, yo no estoy loco... Son ellos… son ellos…”.

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